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(uno de los lugares de práctica de la
incubación), se construyó la iglesia de
San Juan de los Evangelistas. Cirilo,
el sobrino del obispo Teófilo de
Alejandría, llevó al recinto sagrado
los huesos de los santos Ciro y Juan,
convirtiendo con esta acción a la
iglesia en un nuevo centro de
incubación88. Sin embargo, no fue el
único caso, conociéndose en las
ciudades más importantes (sobre todo,
las del Oriente cristiano) un gran
número de iglesias donde se practicaban
la oniromancia y la sanación. De
entre todas ellas, la más emblemática
fue el Kosmidion, la iglesia dedicada
a los santos Cosme y Damián en
Constantinopla89.
El proceso de la incubatio
cristiana era bastante similar al
seguido en los templos de Asclepio.
Tras llegar al santuario, los enfermos
se acomodaban en él, tomando parte
de los ritos y ceremonias que allí
se realizaban, lo que les ayudaba a
preparar su espíritu con el encuentro
con el santo sanador.
88 LÓPEZ SALVA, M., Op. cit., p.78.
89 HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, D., Op. cit., 91 LÓPEZ SALVA, M., Op. cit., p. 40.
p. 98.
ArtyHum Revista de Artes y Humanidades, ISSN 2341-4898, nº 50, Vigo, 2018.
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A continuación, dormían en una
estancia habilitada para ello y esperaban
al sueño, en el que el santo se les
aparecía, dotado este de una gran belleza
exterior (que reflejaba su cercanía con
Dios) y vestido con las mismas ropas
que portaba en la estatua de su templo,
para sanar al suplicante o ayudarle a
seguir el tratamiento que necesitaban90.
A diferencia de Asclepio y los
demás dioses paganos, los santos
sanadores no solo se preocupaban de
la salud física del suplicante, sino que
también se ocupaban del alma y de
la salud espiritual de quien acudía
a pedirles ayuda. De ahí que sus
prescripciones terapéuticas se ocupen
tanto de las dolencias físicas como
de las espirituales, siguiendo siempre
los principios dictados por la doctrina
cristiana oficial91.
Sin embargo, pese a que a
comienzos del cristianismo y durante
buena parte del Imperio Bizantino, se
dieron lugar las diversas incubaciones
bajo la advocación de determinados
santos, con el paso del tiempo fueron
disminuyendo hasta que, finalmente,
desaparecieron de los rituales religiosos.
90 LÓPEZ SALVA, M., Op. cit., pp. 79-80.