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peligros que la acompañaban, como
por ejemplo el acecho de algunos
animales salvajes; sin olvidar el
calor que proporcionaba y que resultó
indispensable sobre todo en las
estaciones frías, ayudando a mantener
la vida que en determinadas situaciones
podía perderse como consecuencia de
la rigurosidad climática.
Pero más allá de esta mejora de
la vida cotidiana, las implicaciones
mentales de la oscuridad sobre el
ser humano son evidentes; y resulta
indudable que se benefició de la
presencia habitual del fuego haciendo
desaparecer algunos miedos, si bien
éstos fueron mínimos y vinculados a
la realidad visible, ya que la creencia
en lo invisible y lo sobrenatural no
solo se mantuvo, sino que se incrementó. fuerzas más desconocidas e insondables
Sin embargo, la presencia del
fuego también supuso el hallazgo de
un arma contra esas fuerzas de la
noche que solían actuar con impunidad,
porque la luz que siempre se ha
considerado un elemento de alejamiento
para ellas, estaba al alcance de la
mano de los humanos para que la
usaran.
ArtyHum Revista de Artes y Humanidades, ISSN 2341-4898, nº 50, Vigo, 2018.
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Relámpago, golpe, noche, tormenta.
Por contradictorio que pueda
parecer, la conservación de esos
temores y peligros nocturnos en forma
de seres malignos, a pesar de contar
con el poder del fuego, respondía
sobre todo a una concepción humana
de la vida que no se comprendía sin
la presencia de la divinidades, y una
larga lista de entes sobrenaturales
que representaban en sí mismos a las
para los mortales. La presunta
racionalización absoluta de la existencia
humana es un hecho reciente aunque
no completo, ya que la presencia e
indeterminación de la muerte impide
una comprensión total del proceso
vital. Por más que con el paso del
tiempo muchas cuestiones, actuaciones,
fenómenos y elementos se fueran
desmitificando, la indefensión ante