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la oscuridad y la noche es una
constante que se mantiene hoy en día
a pesar de la generalizada iluminación
con la que vivimos en los países
desarrollados. Sin embargo, y por
ejemplo, en estos mismos lugares
la existencia de apagones siguen
provocando de manera instintiva
crisis de pánico en buena parte de
la población; que reaccionando de
acuerdo a su naturaleza, percibe el
peligro que la falta de luz supone.
El hecho de prender una cerilla o
contar con un encendedor, parece
alejar de forma momentánea ese
miedo incontrolable e innato, confiriendo pero también quita al ser humano,
a ambos objetos más importancia que,
por ejemplo, a una linterna. La razón
por la que sucede esto que a simple
vista pasa desapercibido es sencilla:
el fuego no solo proporciona luz sino
también calor, y el propio espectro de
la llama, por pequeña que sea, genera
en principio más confianza que la luz
emitida por una linterna que, aún
iluminándonos, no consigue generar
la confianza que solo nos da el fuego
y la noción que inconscientemente
tenemos respecto a su poder desde
tiempo inmemorial.
ArtyHum Revista de Artes y Humanidades, ISSN 2341-4898, nº 50, Vigo, 2018.
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Al fin y al cabo, el fuego es
también una de las armas más eficaces,
cosa que no puede decirse de la luz
obtenida a través de otros medios.
El poder del fuego purificador a través
de la muerte.
El fuego es tan poderoso que
el contacto con él nos puede llevar
a la muerte, pero no a una muerte
cualquiera, sino a una extremadamente
dolorosa. Esa realidad fue rápidamente
comprendida, y precisamente por ello
y por todo lo que el fuego aporta
desde hace milenios se comprende
que es preciso respetarle y tenerle la
consideración debida.
Las cremaciones de cadáveres
humanos se generalizaron a mediados
del s. XIII a.C. en las áreas
centroeuropeas, además de arraigarse
la costumbre de introducir las cenizas
resultantes en urnas y o vasijas, que
después eran enterradas en hoyos
excavados en el suelo4.
4 VV.AA: La Edad de los Metales. Vol. III.
Madrid, Ed. Nájera, 1986b, p. 81.